miércoles, 25 de junio de 2008

La carne de hombre duele más

Pasaba yo por el hospital un día, por casualidad, no se asusten, y observé dos enfermos. El uno en masculino, la otra en femenino. Me detuve ante ellos y observé con atención las idas y venidas de la enfermera que cubría el turno de tarde y que diligentemente atendía a las peticiones del uno y de la otra. Una, que es de letras, no está acostumbrada a aventurar conclusiones científicas, pero aquel día de la observación empírica logré resolver una duda antigua donde las haya. No es que los unos sean peores enfermos que las otras; no es que los unos se asusten más que las otras ante la adversidad; no es, ni tan siquiera, que a los unos les alivie más quejarse que a las otras; es simplemente, que la carne de hombre duele más que la de mujer.

martes, 10 de junio de 2008

Ya está aquí el tío ‘la crisis’

Ay, qué miedo más grande me ha entrado. Estoy que no me hallo esta semana. Me levanto por las mañanas y no me atrevo a darle al dichoso botoncito. Al final, caigo en la tentación (yo, por mucho padrenuestro que haya rezado, se ve que no me oye ni dios y me dejan que caiga en todas las tentaciones del mundo). Bueno eso, que caigo y le doy. Y ahí empieza mi tortura.
Conexiones en directo con la frutería. No queda ni un tomate. Dan paso a la gasolinera, ni un triste mililitro para el depósito de mi coche, que por supuesto sigue gastando gasolina de 95 octanos, de la de la prehistoria, vamos. Luego toca el turno de la pescadería y ahí ya el locutor se pierde. Cierre por decreto. Ni un triste boquerón.

Y ya me tiemblan las piernas. Con lo bonita que es mi tarjeta. Es que soy gafe. Consigo que el banco me de por fin una de esas de supercliente y ahora no sé dónde gastar. Pero si hoy el periódico ha llegado a las doce al kiosko. Si Zara no renueva esta semana. Yo, la consumista mayor del reino me voy a tener que encerrar ¿a leer un libro?

Uff, ya me da la crisis otra vez y el de la ambulancia en la cola del surtidor.

jueves, 5 de junio de 2008

Una de libros

La venta de libros estancada desde 2002 amenaza a los pequeños libreros. Los beneficios, en el mejor de los casos, sólo alcanzan el 3%. (El país. 6 de junio de 2008)

-Buenos días ¿tiene usted el último del chico este… sí hombre, el catalán que escribe historias de misterio o algo así?
- La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón
- Uy, yo que sé. Será ése.
- Un momentito que se lo busco, a ver si le suena la portada….. Aquí está.
- Jóder, menudo burraco. No sé yo si… ¿Cuánto cuesta?
- Esta edición 29,50 y la otra 22 euros.
- La leche ¿No tendrá algo más ligerito? Es que yo siempre ando mal de tiempo para leer y claro, este es tan largo. Vamos que ni el Quijote escribió tanto.
- El Quijote lo escribió Cervantes
- Bueno, ése mismo, pero que también le gustaba darle a la tecla.
- Hombre, Cervantes a la tecla me parece que no le dio mucho
- Ya. Pues eso, que si no tiene usted nada más ligerito.
- Enfrente, junto a los libros de texto, tiene usted las ediciones de bolsillo que siempre salen más apañadas de precio.
- Pues voy a echarle un vistazo.
- Vaya por dios, creo que tendré que cambiar el expositor de bolsillo. Si lo dejo tan cerca de la puerta, al final se me escapan todos.

Índice cero

Aquella mañana, Santiago supo que todo había terminado. Un año después de que el Ministerio de Salud prohibiese fumar en el trabajo ya habían muerto todos los compañeros que durante esos meses le habían acompañado en la puerta de la oficina. Hoy era su día. Mientras daba la última calada, el ministro se frotaba las manos en su despacho. Índice cero. Ni un solo fumador en el país. Controlar el negocio del tabaco había tenido sus ventajas. ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? Bastó incluir aquel ingrediente fatal para acabar con todos.

Canción del Mariquita

El mariquita se peina en su peinador de seda.
Los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras.
El mariquita organiza los bucles de su cabeza.
Por los patios gritan loros, surtidores y planetas.
El mariquita se adorna con un jazmín sinvergüenza.
La tarde se pone extraña de peines y enredaderas.
El escándalo temblaba rayado como una cebra.
¡Los mariquitas del Sur, cantan en las azoteas!

Federico García Lorca

CABALGATA
Mariquita, maricón, guei, julai, nenaza, sarasa… Luis enumeraba la lista de calificativos que durante cuatro décadas habían acompañado a su nombre en boca de sus compañeros de clase, de sus vecinos, de los parroquianos del bar donde solía tomar el aperitivo cada domingo, y entonces recordó el peor de todos: miserable. Lo oyó el día que se probó la peluca de bucles de su madre y lloró como lo hubiera hecho la mismísima Shirley Temple.
Hoy llevaba otra peluca, azabache y adornada con una enorme flor blanca. Hoy era su gran día. Hoy no era Luis, hoy era Lulú, la reina del Día del Orgullo Gay.
Desde su carroza sonrió y bailó para quienes la saludaban desde las ventanas. Entonces fijó su mirada en los ojos de aquel viejo triste. Desprendió la flor de su peluca, la besó y la lanzó hasta caer en manos del anciano que un día arrancó sus lágrimas.

Poeta

En su bolsillo guardaba aún el paquete que aquel viejo guardia le había regalado la noche anterior. Ya empezaba amanecer cuando Federico sacó el último cigarrillo de su chaqueta. Mientras lo encendía recordó los amaneceres en el Albaicín, las tardes en el Empire State, las mañanas de café, los versos, los caminos, La Habana… Dio la primera calada. El humo no salió, apagado por una ráfaga de disparos en aquel paredón.

La fiesta

Media hora, sólo 30 minutos y todo habría terminado. Ya estaban dentro con sus mejores galas todos los indispensables cuando sin esperarlo apareció aquella figura enorme que deshizo la fiesta de un solo golpe. Escogió a unos cuanto invitados y los elevó fuera. Luego, algo oscuro, y una voz. Mamá, esta vez, te has superado. Son las mejores lentejas que he comido.

El olvido

El lunes, Juan; martes,…. nadie; miércoles, ¿Juan otra vez?; jueves y viernes, nadie; sábado, Carmen, una de mis nietas, hija del mayor, Pedro. Rosa terminó el recuento que el médico le recomendó para ejercitar su cabeza cuando se dio cuenta de que era domingo y volvía a pasar sola la tarde en el geriátrico.

Comida de viejas

El fogón seguía encendido cuando sonó el teléfono. Agustina escuchó atenta las explicaciones del oficial de la Guardia Civil y volvió rápidamente a la cocina. No iba a permitir que una llamada le estropeara las lentejas que cada lunes preparaba para sus nietos. Al fin y al cabo él acababa de morir en el accidente. Ya no había prisa. Pasaría por el cuartelillo después de la siesta,la primera que echaría en paz en mucho tiempo.

miércoles, 4 de junio de 2008

Goodbye América. Hello Oksman


Soy consciente de que llego con retraso, pero el martes descubrí 'Goodbye América', el documental dirigido por Sergio Oksman y producido por Elías Querejeta, en el que Al Lewis (el abuelo de la Familia Monster) cuenta la historia más reciente de EEUU. No recuerdo haber visto un trabajo así. No sólo me sorprendió descubrir que el personaje gamberro de los Monster fue en realidad un pacifista y un activista de izquierdas en el país más conservador y belicoso de cuantos existen; me sobrecogió la magistral realización y montaje de una historia bien contada y no quería dejar de decirlo.


Absolutamente recomendable.

lunes, 2 de junio de 2008

Perdidos en el Amazonas

Acaban de descubrir para sorpresa de la comunidad científica una tribu virgen en plena selva del Amazonas. Una sociedad organizada de manera primitiva que recibió a los antropólogos a flechazos contra los helicópteros que trataban de fotografiarlos. No lo consiguieron claro y ahora la ciencia, tan digna, meterá sus zarpas destruyendo la originalidad de esa forma de vida. Ahora la tribu se convertirá en objeto de estudio, sus hombres y mujeres en cobayas de laboratorio y su organización social en pieza de museo.
Y digo yo ¿qué importará saber a estas alturas cómo vive esta gente? Una que de antropología sabe lo mismo que de física cuántica cree que casi casi seguro que los últimos del Amazonas no pagan impuestos; no padecen estrés; no inventan guerras; no asesinan por dinero y mucho menos se preocupan de saber cómo se gana la vida o con quién se acuesta el vecino.
Por si acaso la ciencia sigue insistiendo en estudiarlos, me ofrezco voluntaria para pederme en la selva. Ya les mando yo unas fotillos con mi móvil. Uy, no, que seguro que me quedo sin batería o sin cobertura.