jueves, 5 de junio de 2008

Canción del Mariquita

El mariquita se peina en su peinador de seda.
Los vecinos se sonríen en sus ventanas postreras.
El mariquita organiza los bucles de su cabeza.
Por los patios gritan loros, surtidores y planetas.
El mariquita se adorna con un jazmín sinvergüenza.
La tarde se pone extraña de peines y enredaderas.
El escándalo temblaba rayado como una cebra.
¡Los mariquitas del Sur, cantan en las azoteas!

Federico García Lorca

CABALGATA
Mariquita, maricón, guei, julai, nenaza, sarasa… Luis enumeraba la lista de calificativos que durante cuatro décadas habían acompañado a su nombre en boca de sus compañeros de clase, de sus vecinos, de los parroquianos del bar donde solía tomar el aperitivo cada domingo, y entonces recordó el peor de todos: miserable. Lo oyó el día que se probó la peluca de bucles de su madre y lloró como lo hubiera hecho la mismísima Shirley Temple.
Hoy llevaba otra peluca, azabache y adornada con una enorme flor blanca. Hoy era su gran día. Hoy no era Luis, hoy era Lulú, la reina del Día del Orgullo Gay.
Desde su carroza sonrió y bailó para quienes la saludaban desde las ventanas. Entonces fijó su mirada en los ojos de aquel viejo triste. Desprendió la flor de su peluca, la besó y la lanzó hasta caer en manos del anciano que un día arrancó sus lágrimas.

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