martes, 4 de noviembre de 2008

Albóndigas asesinas

Sabía que iba a pasar. No la estaba cuidando lo suficiente y al final ha decidido vengarse de mi indiferencia. Lo hizo como sólo ella sabe hacerlo, en silencio, por sorpresa, cuando menos lo esperaba y cuando había bajado la guardia.

Haber sustituido su compañía por farsantes en forma de precocinados hizo que mi cocina me escupiera todo su odio en forma de aceite hirviendo sobre mi cara. Sobornó al sofrito para la salsa de unas albóndigas y él se encargó perpetrar la venganza. El día elegido, el sábado por la mañana, cuando por fin había decidido recuperar nuestra relación abandonada por falta de tiempo. “Excusas, si me quisieras encontrarías el momento de tocarme”, me dijo cuando le pedí explicaciones.

He decidido perdonarla. Afortunadamente la convencí para que no siguiera disparando y las albóndigas no acabasen convertidas en proyectiles mortales sobre el alicatado de mi hipotecado hogar. Le expliqué que los precocinados no están tan mal, que tienen su punto si les dejas que se expresen. Lo ha entendido y ha vuelto, como siempre, a permitirme mandar y organizarme como buenamente me parece, sin pedir explicaciones. Creo que me he enamorado. Quizás le proponga hacer un trío y montárnoslo con el microondas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuidado con las relaciones extramaritales con el microondas. No deberías fiarte. A mí, la última vez que me le insinué a tamaño artilugio, me envió una serie de señales de todo punto cancerígenas que me hicieron decantarme, esta vez para siempre, por la olla expres. Eso sí, superrápida. Los tiempos mandan.
Firmado: Costanillas

Anónimo dijo...

Probaré. Tiene su punto lésbico lo de la olla. Puede estar bien, aunque quizás estudie la posibilidad de la turmix. Siempre tuve un punto masoca.