Mi frutero me ha puesto los cuernos. Y eso está feo, digo yo. Una compra semanal de 30 euros no ha podido sostener nuestra relación y el muy cabrón me ha dejado por otra que gasta unos centimillos más y que, claro, tiene las manzanas más tiesas que las mías. Es lo que tienen las relaciones de muchos años, que se caen las manzanas. Lo dijo Newton y no seré yo quien lo contradiga.
Mi frutero lo tuvo claro, bueno, más bien lo tuvo pardillo. Al principio lo negó todo, luego me quiso hacer ver que no traerme a casa la verdura no era ninguna infidelidad.
Debo ser yo que lo malinterpreto. Lo perdoné, pero cuando supe que a ella, a la de las manzanas tiesas, no sólo le lleva a casa el encargo de cada martes, sino que además le explica, así a pelo, cómo dorar las manzanas al horno, pues, ya no pude más.
Han abierto muchas fruterías en el barrio y yo ya me he puesto a ampliar las miras y dejarme tentar, que hay verduras de sobra para el pisto.
sábado, 28 de agosto de 2010
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