lunes, 23 de noviembre de 2009

Miopía de andar por casa

Hay ocasiones en las que por mucho que limpies tus gafas y vuelvas a mirar no acabas de creer la imagen que tienes delante. El otro día, sin ir más lejos, mi vecino del cuarto despertó tranquilamente y nada más girar la cabeza observó incrédulo que su vecina de cama ya no era la de siempre.

Según me contó, buscó apresurado las gafas que descansaban sobre la mesilla de noche, adquirida por cierto hace años en un mercadillo de Londres por ella durante una de sus escapadas románticas. Se las colocó, encendió la lamparita y volvió a mirarla. Y nena, que no, que no era ella.

Saltó de la cama, se lavó la cara, frotó los cristales de las gafas y volvió al dormitorio. Y allí seguía aquella extraña. Su joven y divertida compañera había desaparecido como por arte de magia. En su lugar, una maruja con rulos y redecilla empezaba a despertar y a asomarse por debajo de las sábanas. ¡¡¡¡¡La extraña dormía vestida!!!! Concretamente usaba uno de esos pijamas enguatados a través de los que resulta imposible adivinar cualquier figura humana o no.

Mi vecino, que además de miope es buena gente, ha invitado a la extraña a quedarse para siempre. Él pasará mañana por el oftalmólogo a graduarse la vista.